Sueño Federico García Lorca

ODA AL VERANO DE PABLO NERUDA

Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotoazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
verano,
mar desierto,
el minero
de azufre
se llena
se llena
de sudor amarillo,
el aviador
recorre
rayo a rayo
el sol celeste,
sudor
negro
resbala
de la frente
a los ojos
en la mina
de Lota,
el minero
se restriega
la frente
negra,
arden
las sementeras,
cruje
el trigo,
insectos
azules
buscan
sombra,
tocan
la frescura,
sumergen
la cabeza
en un diamante.

Oh verano
abundante,
carro
de
manzanas
maduras,
boca
de fresa
en la verdura, labios
de ciruela salvaje,
caminos
de suave polvo
encima del polvo,
mediodía,
tambor
de cobre rojo,
y en la tarde
descansa
el fuego,
el aire
hace bailar
el trébol, entra
en la usina desierta,
sube
una estrella
fresca
por el cielo
sombrío,
crepita
sin quemarse
la noche
del verano.

sábado, 23 de noviembre de 2013


INTERVENCIÓN DEL SR. ANTONIO MUÑOZ MOLINA Premio Príncipe de Asturias de las Letras Oviedo, 25 de octubre de 2013 EMBARGADO HASTA SU LECTURA SÓLO EL DISCURSO PRONUNCIADO ES VÁLIDO




 
Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria. Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno, un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien cocinado, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería.
Hay algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mediante las palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan, doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras, hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.
Nos dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad, la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento.
Quien escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor. Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible, al talento verdadero que no brilló en vida.
El desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.

martes, 12 de noviembre de 2013

La gallina que puso un huevo

La gallina que puso un huevo

Autor Johansen, Hanna
IlustradorBhend, Käthi
Colección SOPA DE LIBROS
Edad A partir de 6 años



Reseña
Tres mil trescientas treinta y tres gallinas y un pollito viven amontonadas en un corral. Pero un día el pollito, movido por la ilusión de aprender a cantar, abre un agujero, que va haciéndose cada vez más grande...
Johansen, Hanna
Nació en Alemania en 1939. Sus historias están narradas desde los propios sentimientos del niño, quizá porque ella aún conserva muy viva la experiencia de su infancia. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha merecido numerosos premios.

Bhend, Käthi
Nació en Suiza en 1942. Sus ilustraciones se caracterizan por una gran delicadeza y originalidad, y, además de adecuarse perfectamente al texto, adquieren una entidad propia, dada la enorme riqueza de detalles, que hacen las delicias de pequeños y gr..

CUENTOS DE LA MEDIA LUNITA

















jueves, 31 de octubre de 2013

Una mañana fuimos a la playa de Alfacar.

Una mañana fuimos a la playa de Alfacar.

Una mañana fuimos a la playa de Alfacar. Parece mentira, pero no lo es.
Parece mentira porque en Alfacar no hay mar, y las playas están en el mar, y Alfacar está en la montaña.
Alfacar tiene montañas y agua pero no mar. Alfacar tiene agua dulce, muy rica, que nace en muchos lugares que se llaman fuentes. Cada fuente tiene su nombre, como cada niño y cada niña tiene el suyo.
Las fuentes que están más cerca del colegio son la fuente del Morquil y la Fuente Grande: Aynadamar, la famosa Fuente Grande y también fuente de las lágrimas porque su forma recuerda a una gota gigante y una gota es como una lágrima. Junto a Fuente Grande hay un pilar con siete caños. Dos de ellos echan agua potable, bebible; agua maravillosa, recién nacida.
Fuimos a la playa de Alfacar que es un barranco en la montaña donde hay arena de playa y entre estas arenas se encuentran pequeñas conchas de almejas, fósiles o semifósiles. Algunos niños han encontrado pequeños trozos.
Se trata por tanto de una playa, solo que el mar se ha evaporado se ha ido retirando bajando o tal vez la playa se ha ido subiendo y la playa se ha quedado sin mar y la mar ha encontrado, seguramente otra playa. La mar que visitamos en Salobreña, en Almuñécar, es quizás, nuestra antigua mar.














FIESTA FINAL 2012/2013

https://www.youtube.com/watch?v=0rXfzQhuOnw&noredirect=1

martes, 22 de octubre de 2013

Ya han aprendido a leer, ¿tenemos que seguir acompañándolos?

Ya han aprendido a leer, ¿tenemos que seguir acompañándolos?
Por supuesto. Se habla de la soledad del lector principiante para nombrar un sentimiento real en la trayectoria lectora de muchos niños y niñas. Inician ilusionados su aprendizaje y descubren el placer de descifrar por sí mismos esos signos hasta ahora para ellos incomprensibles. Están emocionados por su recién estrenada habilidad, presumen de ella, quieren ser ellos los que nos lean, con su ritmo lento, con sus dudas… y a veces, desalentamos ese entusiasmo inicial con nuestras correcciones, nuestra impaciencia y nuestro abandono cuando ya la habilidad se ha consolidado mínimamente.
Sí, es cierto, han aprendido a descifrar el código, «ya saben leer», aunque esta lectura lenta e insegura no les permita abandonarse a la historia, sentirla y vivirla como cuando nosotros les leíamos. Y sobre todo, hemos abandonado ese espacio íntimo y cómplice en el que se habían desarrollado sus lecturas hasta entonces: los hemos dejado solos con el libro.
Reflexionemos y continuemos leyendo con ellos, preguntemos por sus impresiones, vinculemos las historias con sus vivencias personales, con sus miedos, con todo aquello que nosotros conocemos y que ignoran sus profesores; desliguemos la lectura instrumental de la placentera y protejamos ese espacio de diálogos y afectos que había sido hasta entonces el libro.

EL OTOÑO SE ACERCA



EL OTOÑO SE ACERCA
El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

autógrafo
Ángel González

domingo, 20 de octubre de 2013

Los cuentos de hadas nos permiten asomarnos al corazón de los niños y descubrir sus deseos, esperanzas y temores. Para ellos son la prueba de que siempre estaremos ahí, de que nunca les abandonaremos Gustavo Martín Garzo 8 ENE 2012

Tener imaginación es ver el mundo en su totalidad. Los cuentos permiten al niño abrirse a ese flujo de imágenes que es su riqueza interior y aprender la realidad más honda de las cosas. Toda cultura es una caída en la historia, y en tal sentido es limitada. Los cuentos escapan a esa limitación, se abren a otros tiempos y otros lugares, su mundo es transhistórico. Por eso sus personajes son eternos peregrinos, como el alma de los niños. "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre", escribe Wislawa Szymborska. El poder de la poesía es dar cobijo a esa alma que busca un sitio donde pasar la noche antes de volverse a marchar. Y es en los cuentos de hadas donde se narran, de una forma más pura, esas andanzas del alma.
Gustavo Martín Garzo es escritor.