"Creo que los abuelos tenemos que hacer algo parecido para defender a nuestros nietos del consumismo y de la soledad. De ahí tres propuestas concretas:
1. Enseñémosles a jugar, enseñémosles a usar las herramientas, a escoger los materiales, a construir juguetes, a repararlos cuando se rompen. De este modo les regalaremos el gusto por la invención y la construcción y nos rebelaremos contra la perversa lógica del usar y tirar y de la acumulación de juguetes incapaces ya de dar juego.
2. Inculquémosles el placer por la lectura. Dediquemos nuestro tiempo (los abuelos, a diferencia de los padres, tienen tiempo) a leerles a los niños, a apasionarles por la lectura poniéndoles en contacto con el encanto de los cuentos, de las aventuras, de las poesías. Leyendo libros enteros, un poco cada día. De este modo les haremos el regalo más grande de todos, el de las ganas de aprender y el de la cultura.
3. Dejémosles salir de casa para jugar con sus amigos. Hoy en día los coches y los peligros sociales crean un obstáculo objetivo a la autonomía de los niños. Si los abuelos estuvieran en la calle, si poblaran las calles, podrían devolver la libertad a los niños y la seguridad al entorno. Así los niños -todos, no solo nuestros nietos- recuperarán la emoción que supone ser autónomos, la posibilidad de buscarse unos a otros y de conocerse, de jugar juntos, de descubrir el mundo, de prepararse para un mundo que queremos que sea mejor que el que les hemos dejado."
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