Sueño Federico García Lorca

ODA AL VERANO DE PABLO NERUDA

Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotoazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
verano,
mar desierto,
el minero
de azufre
se llena
se llena
de sudor amarillo,
el aviador
recorre
rayo a rayo
el sol celeste,
sudor
negro
resbala
de la frente
a los ojos
en la mina
de Lota,
el minero
se restriega
la frente
negra,
arden
las sementeras,
cruje
el trigo,
insectos
azules
buscan
sombra,
tocan
la frescura,
sumergen
la cabeza
en un diamante.

Oh verano
abundante,
carro
de
manzanas
maduras,
boca
de fresa
en la verdura, labios
de ciruela salvaje,
caminos
de suave polvo
encima del polvo,
mediodía,
tambor
de cobre rojo,
y en la tarde
descansa
el fuego,
el aire
hace bailar
el trébol, entra
en la usina desierta,
sube
una estrella
fresca
por el cielo
sombrío,
crepita
sin quemarse
la noche
del verano.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Con frecuencia, sin embargo, la defensa de los libros se hace de un modo difuso, carente de significado, como si el solo hecho de aludir a la trascendencia de la lectura bastara para convencer a la gente. Apenas se repara en las razones que justifican su práctica. Tantos y a menudo tan imprecisos discursos a favor de la lectura pueden acabar difuminando el verdadero sentido de ese acto íntimo y social a la vez. No todas las personas que proclaman la importancia de leer lo hacen movidas por los mismos propósitos, aunque a menudo lo hagan con las mismas palabras. Existen muy diversas intenciones al hablar de la lectura y su necesidad. Hay razones relacionadas con la pedagogía, el ocio, la economía, la política, la tecnología, el trabajo, el provecho personal… Y aun cuando haya coincidencias en el lenguaje y en la actitud puede que se defiendan cosas diferentes. Un profesor puede urgir a sus alumnos a leer pensando en la evaluación de su rendimiento académico, una madre puede alentar la lectura de un cuento con la intención de hablar con su hija de los avatares de la vida, un editor puede recomendar un libro para ganar dinero y seguir publicando otros. Todos, al cabo, elogian la lectura, pero sus propósitos pueden no ser los mismos. 

JUAN MATA

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