Sueño Federico García Lorca

ODA AL VERANO DE PABLO NERUDA

Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotoazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
verano,
mar desierto,
el minero
de azufre
se llena
se llena
de sudor amarillo,
el aviador
recorre
rayo a rayo
el sol celeste,
sudor
negro
resbala
de la frente
a los ojos
en la mina
de Lota,
el minero
se restriega
la frente
negra,
arden
las sementeras,
cruje
el trigo,
insectos
azules
buscan
sombra,
tocan
la frescura,
sumergen
la cabeza
en un diamante.

Oh verano
abundante,
carro
de
manzanas
maduras,
boca
de fresa
en la verdura, labios
de ciruela salvaje,
caminos
de suave polvo
encima del polvo,
mediodía,
tambor
de cobre rojo,
y en la tarde
descansa
el fuego,
el aire
hace bailar
el trébol, entra
en la usina desierta,
sube
una estrella
fresca
por el cielo
sombrío,
crepita
sin quemarse
la noche
del verano.

lunes, 14 de abril de 2014

¿Por qué no hay burros en el cielo?









       Después de cantar, la Abuela Ugago se calló y mantuvo el silencio durante mucho tiempo, escuchando la brisa de la noche, mientras preparaba un té. Se tomó su té sin ofrecerme a mí, y yo me mordí la lengua para no preguntarle nada... hasta que no me pude contener más.


Dije yo: « ¿No te gustan los niños, Abuela Ugago?».


Dijo la Abuela Ugago: «Me gustan algunos, no todos. Yo los cuido, os cuido, y disfruto de vosotros, pero conviene no olvidarse de lo que le pasó al burro».


Dije yo: « ¿Qué le pasó al burro?».


Dijo la Abuela Ugago:


«El burro estaba harto de los niños. No los podía soportar. Las niñas lo miraban de lejos y se burlaban de él:


-¡Qué feo eres, burro!- le gritaban.


Los niños le lanzaban piedras y se reían a carcajadas.


El burro lo aguantaba todo con paciencia, hasta que empezaban a tirarle del rabo. En ese momento, coceaba hacia atrás y tenía que acudir alguien a ponerle una cuerda en el cuello.


-¡Bestia del diablo! -murmuraban-. Se divierte pegando a los niños.


El burro murió de viejo y corrió derecho hacia el cielo, porque lo tenía bien merecido, pero al asomar el hocico vio lo que ni siquiera había imaginado en sus pesadillas: el cielo estaba repleto de niños. Había niñas riendo, niños jugando, niños saltando, niñas durmiendo...

El burro decidió entonces no entrar en el cielo. Despacio, con toda su paciencia, dio media vuelta y se fue en busca de un sitio donde descansar tranquilo.


Es por eso por lo que aquí los burros tienen el hocico y las patas delanteras blancos: porque fue lo único que entró en el cielo. El resto del cuerpo es gris. Y nunca, nunca, verás a un niño acariciando a un burro. Son enemigos desde el principio de los tiempos, como los cuervos y los zorros».




 Paula Carballeira. Smara.  Col. 7 Leguas. Kalandraka

http://www.lacalesa.es/books/lectura-actividades-y-ejercicios-de-comprension-y-fluidez-lectora-2-1



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